Archives for category: Papa

>

Reflexión de Frank Morera sobre: ¿por qué llamar “Santo Padre” al Papa? (Preguntas y Respuestas – EWTN)

>

Bertrand de Margerie S.J.

Dominus Iesus ha recordado que el sacramento del Orden es necesario en la sucesión apostólica para que haya una verdadera Iglesia. El Padre de Margerie responde a aquellos que discuten esta afirmación esencial

Sobre la cuestión de la sucesión apostólica, recordemos algunas afirmaciones capitales del concilio Vaticano II mencionadas por el Catecismo de la Iglesia Católica. Para que el Evangelio fuese guardado siempre en la Iglesia, los apóstoles transmitieron su cargo de enseñanza a los obispos. La predicación apostólica debía ser conservada a través de una sucesión ininterrumpida hasta el fin de los tiempos (CEC, 77). He ahí la sucesión apostólica. Quien escucha a los obispos, escucha a los apóstoles y a Cristo. Quien no escuche a los obispos se rehusará a escuchar a Cristo y a Aquél que lo ha enviado (CEC 86-2).

La sucesión apostólica estructura la Iglesia. Es transmitida por el sacramento del Orden (CEC 1087, 815). Sin obispos y sin presbíteros no se puede hablar, en sentido estricto, de Iglesia (CEC 1593), porque sin ellos no hay asamblea reunida alrededor de un altar para ofrecer el sacrificio de la Nueva Alianza. Se trata de “comunidades eclesiales”, recuerda el documento de la Santa Sede.

Las “comunidades eclesiales” son grupos de bautizados que aspiran, implícitamente, en virtud misma de su bautismo, a ofrecer la eucaristía y, por lo tanto, a recobrar el sacramento del Orden y la sucesión apostólica. Ellas quieren regresar al Padre en la fidelidad al mandato de Cristo: “Hagan esto en memoria mía”. Ellas se ofrecen así al Padre por él, en el Espíritu, a través de cada uno de sus miembros. Aunque han perdido el memorial, no han perdido la memoria.

Sus oblaciones son misteriosamente insertadas por Cristo en la gran y universal oblación que en cada misa la Iglesia Católica ofrece al Padre por la salvación del mundo1. En la medida en que tiendan hacia la sucesión apostólica, hacia el orden, hacia la substancia propia e integral del misterio eucarístico, están en camino de devenir, en el sentido pleno de la expresión Iglesias, iglesias particulares en la Iglesia Universal.

Bautizados o inclusive sacerdotes, cultivemos con esmero nuestra identidad cristiana. Ofrezcamos, a través del Sumo Sacerdote Jesucristo, el sacrificio de su Pasión para que las comunidades eclesiales, redescubriendo el Memorial, devengan iglesias particulares, en plena comunión con la Iglesia universal.

1 San Agustín, La ciudad de Dios, X, 6. Citado por Vaticano II, Ministerio y vida de los sacerdotes, § 13, 15. Comentado por B. De Margerie, Hagan esto en memoria mía. Beauchesne. 1989, pp. 299-30o y 319-331.


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa

>

Para los procedimientos actuales con respecto a la elección del papa, ver la Constitución Apostólica, de 1996, del Papa Juan Pablo II, UNIVERSI DOMINICI GREGIS. Ver también ELECCIÓN DE LOS PAPAS y CÓNCLAVE.

El modo de elegir al Papa ha variado considerablemente en los diferentes períodos de la historia de la Iglesia.

Sobre los primeros tiempos, Ferraris (op. cit. infra) dice que S. Pedro mismo constituyó un senado para la Iglesia en Roma, que estaba formado por veinticuatro presbíteros y diáconos. Eran los consejeros del obispo de Roma y los electores de su sucesor. Esta declaración se extrae de un canon en el “Corpus Iuris Canonici” (can. “Si Petrus”, caus. 8, Q. 1). Otros historiadores y canonistas, sin embargo, generalmente sostienen que la vacante del obispado romano se cubría de la misma manera que los otros obispados, es decir, la elección del nuevo Papa se hacía por los obispos colindantes y el clero y los fieles de Roma. No obstante, algunos mantienen que la nominación del sucesor de S. Pedro estaba restringida al clero romano y que al pueblo solo se le permitió tomar parte en las elecciones únicamente después de los tiempos de Silvestre I (siglo cuarto).

Después que Constantino concediera la paz a la Iglesia, los emperadores romanos cristianos tomaron a menudo parte en la designación del nuevo Papa y a veces su influencia fue muy marcada. A partir del siglo cuarto hubo de tenerse en cuenta, por consiguiente, una nueva fuerza. La ocasión para la interferencia de los emperadores romanos, y después de los reyes de Italia, la proporcionó las disputas en las elecciones a la silla papal. El caso más temprano conocido fue la elección de Bonifacio I (418). Este dio lugar al decreto (c. 8, dist. 79) por el cual cuando una elección fuese disputada se debía escoger un nuevo candidato.

La interferencia del poder secular siempre fue molesta para el clero romano, como se manifiesta por su renuncia a observar los decretos sobre este asunto, incluso los dados por las papas, como en el caso de Simplicio y otros. El ejemplo de los emperadores romanos fue seguido por los reyes bárbaros de Italia, de los que el primero en interferir fue Teodorico el ostrogodo, en la elección de Símaco en el 498. En la recuperación de su influencia en la península itálica, los emperadores orientales requirieron que la decisión de los electores de un nuevo Papa debía darse a conocer al exarca de Rávena que, a su vez, lo remitía a Constantinopla y, hasta que no se recibiera la confirmación del emperador, el candidato no era reconocido como obispo de Roma. Esto producía largas vacantes en la Santa Sede. La costumbre duró hasta el pontificado de Benedicto II (684-85).

Una demanda similar fue planteada por los emperadores de occidente en la Edad Media, y algunos lo exigieron con motivo de una concesión hecha por Adriano I a Carlomagno. Esta pretendida concesión es reconocida actualmente como falsa. Sobre la así llamada confirmación de la elección papal por el poder secular, Ferraris (loc. cit. infra) hace notar que esto no debe entenderse como una implicación de que el nuevo Papa recibía el poder papal del emperador. Esto sería herético, porque el candidato elegido recibe su poder de Cristo. La confirmación del emperador, por tanto, sólo era para asegurar que los cánones de la Iglesia se aplicaran sin estorbos de facciosos y disidentes sediciosos. Debe admitirse que los emperadores del Sacro Imperio Romano a veces hicieron un uso inmoral de su abrumador poder y, en más de una ocasión, los candidatos fueron elegidos para el papado por designación imperial directa. A Otón III se le atribuye la nominación de Gregorio V y Silvestre II, y a Enrique III la designación efectiva de Clemente II, Dámaso II, León IX y Víctor II. Pero es obvio que tal nominación no era realmente una elección, para su confirmación era necesario ratificarla por los electores legales, aunque indudablemente éstos estarían naturalmente inclinados por las circunstancias a hacer efectiva la preferencia imperial.

En ocasiones se ha dicho que en los tiempos más antiguos los papas designaban a sus sucesores en el pontificado. Así se dice que S. Pedro escogió a Clemente I. La autoridad en la que se apoya esta afirmación se reconocen actualmente como apócrifa. Bonifacio II escogió a Vigilio como sucesor suyo en 531, pero después se arrepintió y se retractó públicamente de la designación. Baronio (H.E., ann. 1085, 1087) afirma que Gregorio VII, en 1085, eligió a Víctor III como sucesor suyo; este Víctor escogió del mismo modo a Urbano II, en 1086, y Urbano designó a Pascual II en 1099. Es de notar que el canon “Si Transitus”, en el “Corpus Iuris” (can. “Si Tranc.”, 10, dist. 70), parece implicar el derecho del Papa para nombrar a su sucesor, al ser sus palabras iniciales: “Si la muerte del papa tiene lugar tan inesperadamente que él no pueda hacer un decreto acerca de la elección de su sucesor, etc.”. Sin embargo, estas llamadas designaciones no eran más que nominaciones, para ninguna de las personas así nombradas era presumible declararse a sí mismos papas, antes de la haber obtenido la ratificación de los electores legales.

Es cierto en la actualidad, que, según la legislación eclesiástica (c. “Episcopo”, 3; c. “Plerique”, 5; can. “Moyses”, 6, caus. 8, Q., 1), el papa no puede elegir a su sucesor. Es comúnmente sostenido que también esta prohibido hacerlo por la Ley Divina, aunque se ha defendido también lo contrario por algunos canonistas.

Sobre las graduales restricciones y determinaciones para ordenar el modo de elección de los pontífices, destacamos que, en el 606, Bonifacio III decretó que los electores no debían reunirse hasta el tercer día después del entierro del Papa. En el 769, se formuló un decreto en el concilio de Letrán, de forma que el clero romano solo podía elegir como papa a un sacerdote o diácono, y prohibió a los laicos tomar parte en la elección. El recién elegido era, sin embargo, homenajeado por los laicos antes de dirigirse a la basílica de Letrán. Este decreto causó gran descontento entre los laicos más influyentes y Nicolás I, en un Concilio romano habido en el 862, restauró el derecho de sufragio de los nobles romanos. Juan IX, en el 898, confirmó la costumbre de que la consagración del nuevo pontífice tuviera lugar en presencia de los embajadores imperiales. En 963, el emperador Otón I se empeñó en obligar a los romanos bajo juramento a no elegir a ningún papa hasta que no hubiera sido nombrado por el emperador.

Un decreto que hizo época en materia de elecciones papales fue el de Nicolás II, en 1059. Según esta constitución, los obispos cardinales son los primeros en reunirse, discutir los candidatos para el papado y seleccionar los nombres de los más dignos. Entonces convocan al resto de los cardenales y junto con ellos proceden a la elección. Finalmente, se busca el asentimiento del resto del clero y de los laicos al resultado del sufragio. La elección será hecha entre el clero romano, a menos que no se encuentre entre ellos un candidato apto. En la elección se tendrían en consideración los derechos del emperador del Sacro Imperio Romano que a su vez será requerido para mostrar similar respeto para con la Sede Apostólica. En el caso de que la elección no pueda tener lugar en Roma podrá realizarse válidamente en otro lugar. Los derechos imperiales no se declaran explícitamente en el decreto, pero parece claro, por evidencias contemporáneas, que exigían remitir los resultados de la elección al emperador por carta o mensajero, para que éste pudiera asegurarse de la validez de la elección. Gregorio VII (1073), sin embargo, fue el último papa que pidió la confirmación imperial. Veremos que el decreto de Papa Nicolás reserva la elección activa a los cardenales, pero se requiere el asentimiento (laudatio) del bajo clero y los laicos.

El Décimo Concilio Ecuménico (Letrán) en 1139 restringió, sin embargo, la elección a los cardenales y, en 1179, otro Concilio de Letrán, bajo Alejandro III creó la norma de que el papa sería escogido por una mayoría de dos tercios de los electores presentes. Este último decreto no aclaró lo que debía hacerse en caso de que no pudiera obtenerse tal mayoría. Cuando los cardenales se encontraron cara a cara con esta contingencia, a la muerte de Clemente IV, en 1268, comisionaron a seis cardenales como plenipotenciarios para decidir un candidato. La vacante de la Santa Sede había durado durante dos años y nueve meses. Para prevenir una repetición de este mal, el Segundo Concilio de Lyon, bajo Gregorio X (1274) decretó que diez días después de la defunción del papa, los cardenales debían congregarse en el palacio de la ciudad en que el papa había muerto y celebrar allí sus reuniones electorales, completamente cerradas y fuera de toda influencia externa. Si no llegaban a un acuerdo sobre un candidato en tres días, sus vituallas eran a disminuidas y después de un retraso de cinco días, el suministro de comida era restringido todavía más. Éste es el origen de los cónclaves.

El decreto de Gregorio X sobre este asunto se denomina “Ubi periculum maius”. Para las regulaciones posteriores que rigen las elecciones papales, ver lo citado en el párrafo primero de este artículo.

Según ciertos cánones antiguos (can. “Oportet”, 3; can. “Nullus”, 4, dist. 79), solo los cardenales pueden ser elegidos papas. Sin embargo, Alejandro III decretó (cap. “Licet”, 6,” De elect.”) que: “sin ninguna excepción, será reconocido como pontífice de la Iglesia Universal aquel que haya sido elegido por dos tercios de los cardenales.”. Así en 1378, Urbano VI fue elegido sin ser cardenal, (consultar, al respecto, Constitut. 50 de Sixto V “Postquam”, § 2). También se pudo elegir a un laico como papa, fue Celestino V (1294). Ni siquiera la elección de un hombre casado sería inválida (c. “Qui uxorem”, 19, caus. 33, Q., 5). Naturalmente, la elección de un hereje, cismático, o mujer sería nula y sin valor. Inmediatamente, tras la elección canónica del candidato y su aceptación, él es el verdadero papa y puede ejercer la jurisdicción plena y absoluta sobre toda Iglesia Por consiguiente, una elección papal no necesita ninguna confirmación, porque el pontífice no tiene superior en la tierra.

FERRARIS, Bibliotheca Canonica, VI (Roma, 1890), s.v. Papa, art 1; SAGMULLER, Lehrbuch des Kirchenrechts (Friburgo, 1903); WERNZ, Jus Decretalium, II (Roma, 1899); SMITH, Elements of Ecclesiastical Law, I (Nueva York, 1805).

WILLIAM H.W. FANNING

Transcrito por Robert A. Orosco. Dedicado a Fr. Jacob J. Joerger, OP. Traducido por Quique Sancho

>

por Sandro Magister

ROMA, 26 de setiembre del 2008 – Dentro de pocos días Benedicto XVI dejará las Villas de Castel Gandolfo y volverá al Palacio Apostólico en el Vaticano. Es desde inicio de julio que el Papa reside en este barrio sobre la colina, a unos cuarenta kilómetros de la plaza San Pedro. La estadía veraniega en Castel Gandolfo ha pasado a ser una costumbre de los últimos Papas. Pero pocos saben en qué cosa cambia sus vidas cuando viven aquí.

Una primera parte sobre “Los Papas en el campo” fue un libro con este título, publicado en 1953 por el entonces director de las Villas Pontificias, Emilio Bonomelli. Salió otro libro en el 2000 con la firma de su sucesor Saverio Petrillo: “Las Villas Pontificias de Castel Gandolfo”, editado por los Museos Vaticanos. De este tenemos la confirmación de que la Villas Pontificias ocupan la parte centras y más saltante de una de las más fastuosas villas de la antigüedad romana, el “Albanum Domitianum”, residencia del emperador Domiciano, que reinó del año 81 al 96. Ocho siglos antes, sobre la roca del actual Castel Gandolfo surgía la ciudad de Albalonga, rival de Roma en los inicios de su historia.

Pero ahora el director de las Villas Pontificias, Petrillo, vuelve sobre el argumento con una larga entrevista en “L’Osservatore Romano”, en la cual revela no pocos aspectos inéditos de las estadías en Castel Gandolfo de los últimos Papas.

No se sabía, por ejemplo, que durante la segunda guerra mundial Pío XII alojó a unos desplazados en su apartamento. Y unos cincuenta niños nacieron en su dormitorio, tomando después el nombre de Eugenio o de Pío.

No se sabía que Juan XXIII cada tanto desaparecía sin decirle a nadie Y luego lo encontraban en una u otra región en las colinas o en el mar, mezclado entre la gente.

No se sabía que a Juan Pablo II le gustaba mucho jugar a las escondidas con los niños de sus dependientes, además de nadar con todo lo que podía en la piscina construida expresamente para él.

De Benedicto XVI, en la noche, se escucha las tocadas de piano. Especialmente de sus autores preferidos: Bach, Mozart, Beethoven.

Y luego, junto a la Villa, hay una granja agrícola creada por Pío XI, con cultivos, corral de aves y vacas que dan leche. Que surte diariamente con sus productos no sólo a la Ciudad del Vaticano

En suma, una entrevista que disfrutar. La recoge Mario Ponzi y fue publicada en “L’Osservatore Romano” del 27 de agosto del 2008:

Cinco Papas en el campo

Entrevista con Saverio Petrillo

P. – ¿Cuándo se inicia su aventura en las Villas de Castel Gandolfo, en este mundo tan singular?

R. – Entré por primera vez en las Villas Pontificias exactamente hace 50 años. Era el mes de junio del 1958. Debo decir que el inicio no fue de los mejores. El 9 de octubre murió Pío XII. Fue un evento que me entristeció muchísimo y que todavía tengo grabado en la mente. Antes de entrar en este ambiente pensaba que el Papa estaba siempre rodeado de un nutrido grupo de personas, listas a responder a cada uno de sus deseos. Cuando entendí que Pío XII estaba muriendo me di cuenta de cuanto estaba – por el contrario – sólo. No había nadie. También porque no estaba el secretario de estado y faltaba el camarlengo, que luego fue inmediatamente elegido por los cardenales durante la sede vacante. Con estupor vi que los restos mortales de aquel gran pontífice eran tratados en modo superficial. El médico del Papa, Riccardo Galeazzi Lisi, hizo una tipo de embalsamamiento, usando sólo algunas pomadas. El cuerpo fue provisionalmente colocado en la Sala de los Suizos. Sólo el día después, antes de la exposición al público, fue revestido con las ropas pontificias. Me sentí mal. Me consoló la gran corriente constante de personas que desde el día de la exposición del cuerpo desfiló frente al féretro. Recuerdo una manifestación popular espléndida. Muchísimos regresaban por segunda vez a este palacio. Como se sabe Pío XII abrió las puertas de las Villas para dar refugio a cuantos trataban de escapar a las redadas de los alemanes en los días del desembarco de los aliados en Anzio. Estaban también muchas de las mamás a las cuales el Papa había cedido su propio dormitorio porque estaban encintas. En aquella habitación nacieron cincuenta niños. Muchísimos, hoy hombres adultos, se llamaron precisamente como él, Eugenio o Pío. Por dos de ellos, gemelos, existe una graciosa anécdota. La mujer que se encargó de ellos apenas nacidos inadvertidamente quitó los brazaletes que tenían con los nombres dados a cada uno durante el bautismo. Por tanto se hizo imposible distinguirlos. Fue la mama quien en un cierto sentido los rebautizó, ya que estableció autónomamente quién se llamaría Eugenio y quién Pío.

P. – ¿Y qué cosa recuerda en particular de Juan XXIII?

R. – Ha sido un periodo que yo definiría como innovador. El Papa Juan cada cierto tiempo desaparecía. Salía por una de las rejas de las Villas sin avisar a nadie y sin escolta. Se iba de paseo por los Castelli, entre la gente. Un domingo en la mañana nos llegó una llamada telefónica que informándonos de la presencia del Papa en Anzio. Puede imaginar nuestra sorpresa, ya que creíamos que estaba en sus habitaciones. Más tarde una voz exaltada anunciaba su presencia en Nettuno. A continuación nos advirtieron que el Papa había sido visto en las inmediaciones del lago. ¡Imagine qué momentos vivimos aquella mañana! Regresó tranquilamente a tiempo para dirigir el rezo del Angelus desde el balcón del Palacio. En otra ocasión en Genazzano corrió el riesgo de ser aplastado por el afecto de la población que lo había reconocido. Y le habría ido mal si no hubiera sido por la presencia casual de un capitán de los carabineros que lo metió al automóvil para traerlo de vuelta a las Villas. Pero para él era como si no hubiese ocurrido nada. No renunció jamás al contacto con la gente.

P. – Luego vino la época de Pablo VI.

R. – Del Papa Giovanni Battista Montini tengo un recuerdo particular. La semana anterior al cónclave que lo eligió, el cardenal arzobispo de Milán fue huésped aquí de su viejo amigo el entonces director de las Villas, Emilio Bonomelli. Se refugio aquí para esconderse de la curiosidad de tantos cronistas que lo asediaban ya que se hablaba de él como el próximo Papa. Recuerdo perfectamente aquella mañana del 19 de junio de 1963 cuando salí para ir a la misa de apertura del cónclave. Estábamos todos ordenados ante las rejas para saludarlo. El portero, que tenía una cierta confianza con él lo saludó diciéndole: “Padre Santo, ¡felicidades!”. Bonomelli fulminó a aquel buen hombre con la mirada: ¡cuidado con hacer un augurio así al cardenal que entre en cónclave! Pero cuando Montini regresó donde nosotros era Papa. De él recuerdo la gran reserva. Cuando venía, trascurría la primera semana dedicándose a un muy personal retiro espiritual. Rezaba bastante. Luego retomaba su actividad natural. Recuerdo conmocionado la fiesta de la Asunción del 1977 cuando el Papa inauguró la iglesia de la Virgen del Lago. En aquella ocasión, al final de la homilía, improvisando dijo: “Quien sabe si tendré la posibilidad de pasar esta fiesta con vosotros. De todos modos, aprovecho esta ocasión para abrazaros a todos y para agradeceros por cuanto me habéis dado. Se conmovió y trasmitió a todos nosotros ese mismo sentir. Y fue precisamente la última fiesta de la Asunción que pasó con nosotros; murió el 6 de agosto del siguiente año. Sólo entonces pensamos en sus palabras de un año atrás. Su muerte se anunció desde la mañana de aquel domingo. No tuvo la fuerza de pronunciar el Angelus. No nos sorprendimos. Hubo un gran ir y venir de médicos, de enfermeras que traían balones de oxígeno del hospital cercano. Hasta el final esperamos ver desmentidos nuestros temores. Pero cuando el ir y venir cesó, todos nos pusimos espontáneamente a rezar. Así acompañamos su muerte. Por tres días su cuerpo permaneció con nosotros, expuesto. Fue una procesión continua hasta cuando una simple carroza fúnebre del municipio con un crespón negro trasladó sus restos mortales a Roma.

P. – ¿El Papa Albino Luciani en cambio no vino aquí ni como cardenal?

R. – Nos lamentamos mucho lo de Juan Pablo I, por el hecho de no haber podido mostrarle nuestro afecto.

P. – Después fue el turno del Papa Karol Wojtyla.

R. – Mi historia con Juan Pablo II se inició antes de su elección. El domingo antes del cónclave que lo eligió, me llamó monseñor Andrzej Deskur. Me pidió si podía venir aquí a las Villas en compañía del arzobispo de Cracovia – “Un gran cardenal, muy trabajador”, me dijo – porque deseaba transcurrir algunas horas en soledad para rezar. Naturalmente vinieron juntos. Almorzaron en el pequeño restaurante que está justo aquí bajo el Palacio – dicho sea de paso, luego en una audiencia concedida a algunos lugareños el Papa reconoció a la señora propietaria del pequeño restaurante y le agradeció nuevamente por “los exquisitos fetuccini” – y luego se quedó en la Villa para pasear rezando. Cuando anunciaron el nombre del elegido, mientras muchos pensaban que se tratase de un africano, yo me sentía orgulloso de poder explicar a todos quién era en realidad. Con él cambió un poco la finalidad de uso de esta residencia. En el sentido que realmente se convirtió en la residencia alternativa del Papa. Venía en diferentes periodos del año, sobre todo de regreso de los viajes o durante las fiestas. Hacía también breves estadías para preparar documentos, discursos. Sobre todo en los primeros años revitalizó este lugar. En la noche se reunía con los jóvenes. Pero era un modo para conocer a fondo los diversos movimientos juveniles católicos. Eran momentos verdaderamente de fiesta. Se hacía fogata, se cantaba, se contaba la propia vida y la propia experiencia. Pero sobre todo muchos jóvenes aprendían a vivir “cum Petro”, con el Papa. Y esto ha sido muy importante.

P. – ¿Recuerda algo en particular de su experiencia junto a Juan Pablo II?

R. – La suya era una presencia viva. En el sentido que cuando estaba aquí entre nosotros, salía verdaderamente a cada hora. A veces también tarde en la noche. De invierno, también cuando hacía frío, salía igualmente. Se envolvía en una manta negra, y a veces se ponía también una capucha de lana, siempre negro. Luego recuerdo las fiestas que hacía con los niños, los hijos de los empleados. Ellos cuando lo veían llegar de lejos, se escondían detrás de los arbustos. Y cuando el Papa pasaba junto a ellos, salían improvisamente gritando y yendo a su encuentro. Parecía que jugaran a las escondidas con él. Era feliz y se prestaba siempre de buena gana a sus juegos. Para los niños se convirtió en una cita fija. Entre otras cosas, el Papa iba frecuentemente a las casas de los empleados que viven dentro de las Villas. Le gustaba conocer a sus familias, entender cómo vivían. Le ofrecían un café, un té, algún pastelillo, así como se hace con un amigo que te viene a buscar. Era muy hermoso y todos aquí conservan un bellísimo recuerdo de este modo suyo de estar entre ellos.

P. – Recordará las polémicas que siguieron a su decisión de hacer construir una piscina en las Villas.

R. – Fueron polémicas instrumentadas. El Papa la usaba sobre todo por motivos de salud. Tenía ya algunos problemas y le habían prescrito horas de natación para mejorar o para tener bajo control sus molestias. Era un Papa deportivo, pero esto tiene poco que ver con la piscina, de veras. Se trata de una piscina de sólo 18 metros y todavía está activa y funciona. El Papa Wojtyla la usó muchísimo. Recuerdo que una vez, precisamente comentando las críticas acerca de los costos asumidos para construirla, dijo con humor: “Un cónclave costaría mucho más”. Esto para dar a entender cuánto lo ayudaba el ejercicio físico a soportar los esfuerzos de su fatigoso pontificado. Le gustaba bromear sobre su ser un Papa deportivo. Frecuentemente nos recordaba que en presencia de otros hermanos repetía que los cardenales polacos eran más deportistas que los italianos: de hecho el cincuenta por ciento de los cardenales polacos practicaba al menos un deporte. Y cardenales polacos eran sólo él y Wyszynski. Fue durante su pontificado, en el 1986, que fui nombrado director de las Villas Pontificias. Carlo Ponti en efecto, que había sido el director desde 1971, había muerto.

P. – Y ahora el Papa Benedicto XVI.

R. – De él lo que impresiona es la extraordinaria delicadeza de ánimo, su extrema sensibilidad, su profunda espiritualidad. El conocía bien las Villas porque al menos una vez al año, habitualmente por su onomástico, se concedía un día de reposo y venía aquí. Pues en un cierto sentido eso ha facilitado su inserción en este ambiente, al que se ha aficionado de inmediato. A nosotros por ejemplo, nos ha dado gusto oírle decir del inicio: “Castel Gandolfo es mi segunda casa”. Trabaja mucho en este ambiente silencioso. Y luego para nosotros es muy hermoso escuchar las notas del piano. Cierto que no es el primer Papa que toca un instrumento. Por ejemplo, Pío XII tocaba el violín, pero no toco nunca en las Villas, o al menos nadie lo escuchó. Ahora en cambio nos es posible escuchar, mayormente de noche, sonatas de Mozart, Bach o Beethoven, ejecutadas por el Papa. Y es una cosa que nos llena de alegría porque significa que Benedicto XVI se siente verdaderamente en casa.

P. – Las Villas no sólo hospedan al Papa, sino que de algún modo producen también algunos productos agrícolas. ¿Nos puede hablar de la pequeña granja en las afueras de la Villa?

R. – Es una institución. Por lo demás antigua. Cuando en 1929 la Villa Barberini pasó a la Santa Sede, Pío XI hizo adquirir los terrenos colindantes por la parte de Albano y destinó estos terrenos a la actividad agrícola. El intento era el de subrayan el interés de la Iglesia por el mundo rural. Ya que le gustaba hacer las cosas de la mejor manera, siempre, quiso que esta granja, si bien pequeña en sus dimensiones, fuese dotada de equipos de vanguardia. Una de las primeras máquinas para ordeñar, por darle un ejemplo, fue introducida en las Villas en los tiempos de Pío XI, así como – siempre en aquel tiempo – se introdujeron las primeras incubadoras para pollitos. Hoy se ha extendido a unas veinte hectáreas. La parte más consistente está constituida por veintiséis vacas lecheras, que dan entre quinientos y seiscientos litros al día.

P. – ¿Y dónde va toda esta leche?

R. – Aparte de surtir el Palacio Pontificio, lo vendemos a la “Annona”, la despensa del Vaticano. Pero también a algunos cafés de aquí de la zona con el fin de que puedan beneficiarse también los habitantes del lugar. En el pasado surtíamos también al Hospital del Bambino Gesú, cosa que ya no ocurre más porque ahora los hospitales se sirven de catering completos.

P. – Ha hablado de surtir el Palacio. ¿Eso significa que llega del Vaticano algo así como una lista de las necesidades?

R. – La tradición de proporcionar productos para el Papa comienza en el 1929. Diariamente nos vienen pedidos de productos de los que producimos. Y nosotros los enviamos.

P. – ¿El envío al Vaticano es diario?

R. – Sí, todos los días. Le cuento un episodio. Durante la segunda guerra mundial temiendo que la camioneta que partía todas las mañanas no pudiese llegar a su destino debido a los combates – cosa que por lo demás nunca ocurrió – el director de la Villa, preocupado de que nunca le falte leche al Papa, envió al Vaticano un trabajador del establo y siete vacas lecheras. Prepararon un establo en el paseo de las Cuatro Rejas, en los jardines vaticanos. Las vacas fueron trasferidas en un camión, entrada la noche. Llegado el vehículo a la reja, el problema fue convencer a la guardia suiza de que lo deje pasar. Temían una emboscada. Sólo el mugido de las vacas, cansadas por el viaje y en una situación por cierto no cómoda, convenció a los suizos de que efectivamente no había ningún peligro e hicieron pasar el camión. Así las vacas se quedaron en el Vaticano desde enero de 1944 hasta la liberación de Roma.

P. – ¿Qué más se produce en las Villas?

R. – Huevos, un centenar; aceite, entre diez y quince quintales al año; luego fruta y otros productos agrícolas. Lo que sobra es vendido a la “Annona”. También es muy importante lo que se produce en cuanto a flora. Todas las plantas y flores que embellecen los jardines de las Villas son producidas en nuestros invernaderos. En navidad hacemos una producción extraordinaria de estrellas de navidad, y con su venta logramos cubrir los costos para calentar los invernaderos.

D. – ¿Cuántas personas trabajan en las Villas?

R. – En conjunto tenemos una planilla de cincuenta y seis personas. La mitad son técnicos para la manutención ordinaria en cada sector, y la mitad son los que trabajan en la granja. En resumen, se trata de una gran familia que, debo decir, trabaja en plena armonía.

>

.- Este martes se llevó a cabo una Misa en la Iglesia del Canal de Agordo, provincia de Belluno, Italia, por el 30º aniversario de la elección pontificia de Juan Pablo I, recordado como el “Papa de la sonrisa” por su carisma.

La Misa fue presidida por el Cardenal Angelo Scola, Patriarca de Venecia, y concelebrada por los obispos de la región de Triveneto.

Su vida

Albino Luciani nació el 17 de octubre de 1912, en una pequeña localidad italiana llamada entonces Forno di Canale, en la provincia de Belluno, siendo el mayor de cuatro hermanos. Sus biógrafos afirman que era un chico inquieto, recio y vivaz

A los 10 años, y después de haber vivido en la pobreza durante la I Guerra Mundial, fallece su madre; y su padre contrae nuevas nupcias con una católica devota. Fue entonces cuando emergió su vocación sacerdotal, según cuenta años después, gracias a la predicación de un fraile capuchino.

En 1933 ingresó en el seminario menor de la localidad de Feltre, y pasó luego al seminario mayor de Belluno, donde fue ordenado sacerdote en 1935.

El 15 de diciembre de 1958 fue nombrado Obispo de Vittorio Veneto. El 27 de diciembre del mismo año recibe la Consagración Episcopal de manos de Juan XXIII en la Basílica de San Pedro.

El 15 de diciembre de 1969 es nombrado Patriarca de Venecia; y creado Cardenal por el Papa Pablo VI el 5 de marzo de 1973.

El Cardenal Albino Luciani, fue el primer Papa con dos nombres, gesto con el que pretendía honrar a sus dos predecesores Juan XXIII y Pablo VI. Su lema Pontificio fue Humilitas (humildad) lo que se reflejó en su rechazo a la coronación y la tiara papal en la ceremonia de entronización.

Falleció el 28 de septiembre de 1978, treinta y tres días después de su elección.


>

Chico the cat describes the life of his “best friend”, Pope Benedict, in an authorised biography for children released this week.

“Dear Children, here you will find a biography that is different to others because it is told by a cat and it is not every day a cat can consider the Holy Father his friend and sit down to write his life story,” the Pope’s personal secretary, Monsignor Georg Ganswein, says in the foreword.

Chico and Joseph – A Cat Recounts the Life of Pope Benedict XVI’ is narrated by Chico who took up with the Pope in his native Germany when he was Cardinal Joseph Ratzinger, Reuters reported.

The illustrated 44-page book is written by Italian author Jeanne Perego and set mostly in Germany in the years before Benedict was elected in April 2005.

Chico is a real cat who belongs to a German couple in the German city of Pentling, where the Pope lived until he moved to Rome in 1981. The couple are caretakers of the house where Ratzinger had hoped to retire had he not been elected Pope.

Chico tells the story of the life of “my best friend” from his birth in Germany in 1927, through his days as a young man, priest, bishop and cardinal. It ends with his election as Pope on April 19, 2005.

It recounts the Nazi era in Germany when the Pope was a teenager, calling the war years “one of the most dramatic and shameful times in the history of man”.

“At that time, Joseph was forced to do something which was absolutely against his will: john the army and leave for the war. We cats do not make war,” Chico narrates.

Chico recounts how each time then Cardinal Ratzinger returned to Germany for a vacation, the cat would run into his house and sit on his lap as he played the piano.

One Christmas, when the future pope tried to put the cat out of the house “I misbehaved” and scratched him. “He forgave me right away but told me: ‘Don’t do it again”.

In his foreword Ganswein tells the children: “Keep in mind that the cat is writing from his point of view. At the end of the day he is a cat, even if he is a cat who is a friend.”

During the years when he was a cardinal in Rome, the future Pope befriended another cat he found on the street and kept him in his apartment until he was elected pope.

There have been conflicting reports about whether that cat moved into the Vatican with the Pope.

SOURCE
Cat tells life story of his “best friend” the Pope

>

.- En tiempos difíciles y de profundos cambios, Pablo VI brindó un “precioso servicio” a la Iglesia y al mundo con sabiduría y valor evangélicos, guiando la barca de Pedro “con un realismo y un optimismo evangélicos” que se alimentaban de una “fe indómita”, destacó ayer Benedicto XVI al conmemorar los 110 años del nacimiento del Papa Montini.

Así lo señaló el Santo Padre en el Palacio Apostólico de Castelgandolofo tras asistir a un concierto de la Orquesta del Festival Internacional “Arturo Benedetti Michelangeli” de Brescia y Bérgamo (Italia) con motivo del natalicio del Pontífice que condujo la Iglesia entre 1962 y 1978.

“Esta tarde –dijo el Papa al final del concierto– la música nos ha brindado la ocasión para recordar a un Papa ilustre, Pablo VI, que brindó a la Iglesia y al mundo un servicio precioso en tiempos difíciles y en condiciones sociales caracterizadas por profundos cambios culturales y religiosos”.

Benedicto XVI elogió la “sabiduría evangélica” con que su predecesor “guió a la Iglesia durante y después del Concilio Vaticano II“. Pablo VI, resaltó, “supo advertir, con intuición profética, las esperanzas e inquietudes de la humanidad en aquella época” y “se esforzó por valorizar las experiencias positivas intentando iluminarlas con la luz de la verdad y del amor de Cristo”.

“El amor que nutría por la humanidad y sus progresos no le impidió sin embargo subrayar las contradicciones y los peligros de un progreso científico y tecnológico desligado de un sólido anclaje a los valores éticos y espirituales“, señaló.

Finalmente, explicó, “Pablo VI fue prudente y valeroso a la hora de guiar a la Iglesia con un realismo y un optimismo evangélicos, alimentados por una fe indómita. Auspició la llegada de la ‘civilización del amor’, convencido de que la caridad evangélica constituye el elemento indispensable para construir una auténtica fraternidad universal”.

“Sus sucesores han recogido esta herencia espiritual y han seguido su senda”, concluyó.

>
Pittsburgh, May 29 (CNA).-Answering his detractors claims of causing division, Episcopal Bishop Robert Duncan of Pittsburgh says his efforts to realign Episcopalian doctrines with those of traditional Christianity serve as a common ground and a bridge to ecumenical dialogue.

Bishop Duncan is one of 110 diocesan bishops and numerous laity within the Anglican Communion who were upset by the ordination of openly gay bishop, Eugene Robinson, in New Hampshire.

He has emerged as the leader of a movement, which includes about 900 of the 7,000 congregations within the Episcopal Church in the United States, to realign Episcopalian doctrines with those of traditional Christianity.

The movement is called the Anglican Communion Network. It “seeks to hold to the truth that the church has received and has always taught, as opposed to the innovations that are being held up now,” he told Our Sunday Visitor in an interview.

The bishop said he and the members of his movement believe the church is in the midst of a major Christian reformation.

“Pope Benedict XVI wrote, when he was Cardinal Joseph Ratzinger, that the Western church will not be fruitful again until it was severely pruned – referencing John 15,” he said in the interview. “We’re in the midst of a significant pruning, and not only of the Anglicans but also of the whole of the Western Christian church.”

The bishop does not identify with the conservative label. “My understanding is that it’s (ACN’s teaching against homosexuality etc.) simply what the gospel says, and that it is what the mainstream of Christianity has always held,” he was quoted as saying.

The prelate said his group is often criticized for being “just worked up over sex.”

“That’s not it at all. We’re actually worked up over what scripture says, and in every regard,” he continued in the interview. The Episcopalian Church has been lax about allowing remarriages after divorce, and on what scripture says about human life and its sanctity.

Bishop Duncan agreed that his position serves as a common ground and a bridge to ecumenical dialogue with Catholics.

“As we began this movement … in the fall of 2003 … then-Cardinal Ratzinger wrote to us, to a meeting of almost 3,000 Episcopalians gathered in Plano, Texas, and he wrote from Rome saying, ‘We are watching you, our brothers, you who are standing against these innovations, are standing with us,'” the bishop recounted.

“When the cardinal became Pope Benedict XVI, the letter was hung in our office.”

>ROMA, 29 May. 07 (ACI).-La obra “Pio XII Un uomo sul trono di Pietro” (Pío XII, un hombre en el Trono de Pedro), que desmitifica las acusaciones en contra de uno de los pontífices más destacados del siglo XX, será presentada en Roma el próximo 5 de junio.

El libro, escrito por el vaticanista italiano Andrea Tornielli y publicado por la prestigiosa editorial Mondadori, recorre a través de 661 páginas la vida de un Pontífice “que conoció de cerca los grandes males del siglo 20, fue rehén de revolucionarios bolcheviques y vio nacer el nazismo”.

Según el autor, la biografía, basada en testimonios directos y documentos incontrovertibles, muestran el lado poco destacado del futuro Pontífice, Eugenio Pacelli, que como Secretario de Estado fue “fiel colaborador de Pío XI, con quien compartía el rechazo por las ideologías totalitarias así como el deseo de encontrar un modus vivendi con los estados más hostiles que garantizaran un mínimo de libertad para los cristianos”.

Tornielli recuerda además que el pontificado de Pío XII, desplegado en medio de una guerra que costaría 50 millones de vidas incluyendo el horror del holocausto judío, lo llevó “a ser exaltado y amado mientras vivía, a ser proclamado defensor civitatis, protagonista de una gran obra de caridad a favor de todos los perseguidos”.

El periodista recuerda además otros logros importantes y poco estudiados del pontificado de Pío XII, como fueron el impulso a la reforma litúrgica, la promoción de los estudios bíblicos, la proclamación de un nuevo dogma mariano –la Asunción-, la redacción de documentos doctrinales de gran importancia, la internacionalización del Colegio cardenalicio, entre otras iniciativas.

La biografía de Tornielli está basada en documentos inéditos, incluyendo los archivos privados de la familia Pacelli y testimonios aún no publicados de su proceso de beatificación, que permiten trazar un perfil más completo del gran Pontífice de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.

>

VATICANO, 23 Feb. 07 / 09:36 am (ACI).- Durante el encuentro que sostuvo el jueves con los párrocos de Roma, el Papa Benedicto XVI alentó a los sacerdotes, entre otras iniciativas, a acoger la presencia de los nuevos carismas y movimientos en la Iglesia.

Respondiendo a preguntas planteadas por los párrocos, y cuyas respuestas fueron dadas a conocer hoy más extensamente por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Pontífice señaló que los nuevos movimientos eclesiales hacen necesario un diálogo en todos los niveles; “pero no hay que apagar los carismas”, señaló.

“Si el Señor nos concede nuevos dones, tenemos que agradecérselo aunque sean incómodos. Es bonito que nazcan sin una iniciativa de la jerarquía. Nacen de una iniciativa ‘desde abajo’ -como se dice- pero en realidad, el nacimiento de nuevas formas de vida de la Iglesia, como ha sucedido en todos los siglos, también responde a una iniciativa que viene ‘de arriba’, es decir, de los dones del Espíritu Santo”, explicó el Santo Padre.
Durante el diálogo, Benedicto XVI recordó también la naturaleza espiritual de la Iglesia, afirmando que “la Iglesia, si bien sea un cuerpo, es el cuerpo de Cristo, por lo tanto un cuerpo espiritual, como dice San Pablo. La Iglesia no es una organización internacional, no es un cuerpo administrativo, ni de poder. Tampoco es una agencia social, aunque desempeñe una labor social, sino un cuerpo espiritual”.

Refiriéndose después al equilibrio necesario para vivir la dimensión espiritual y pastoral, comentó que “los evangelios nos dicen: “Trabajaba de día, por la noche estaba en la montaña con el Padre y rezaba”.
“Tengo que confesaros una debilidad; por la noche no puedo rezar, me gustaría dormir”, dijo el Papa, suscitando la risa de los sacerdotes presentes; “pero en serio, hay que dejar tiempo libre para el Señor”, subrayó.Pastoral Juvenil y Biblia

El Papa Benedicto XVI dedicó una buena parte de sus reflexiones a la pastoral juvenil; y señaló específicamente que “los jóvenes tienen que ser verdaderamente una prioridad de nuestro trabajo pastoral, pues viven en un mundo alejado de Dios. En nuestro contexto cultural es muy difícil el encuentro con Cristo, la vida cristiana y la vida de la fe. Los jóvenes tienen necesidad de mucho acompañamiento para poder encontrar realmente este camino”.

Y luego, respondiendo a otra pregunta, resaltó la importancia de la lectura de la Sagrada Escritura, que será el tema del próximo Sínodo de los Obispos (octubre de 2008). La Biblia, dijo, “hay que leerla en su unidad”. “En Cristo encontramos la clave de todo, y la Sagrada Escritura es un camino que tiene una dirección precisa, porque conduce a la Cruz de Cristo”; dijo el Papa; por eso “hay que leerla en una dimensión no sólo histórica y cristológica, sino también eclesiológica, porque todos sus pasos son pasos del pueblo de Dios